9 feb 2013

¿QUIÉNES ERAN LOS ESENIOS?



Pierre.Abaham: Daniel Meurois, escuchamos hablar del pueblo esenio desde el descubrimiento de los primeros Manuscritos del Mar Muerto… pero ¿quiénes eran exactamente los esenios?

Daniel Meurois: En primer lugar hay que saber de qué punto de vista partimos, ya que hay dos puntos de vista para responder a esa pregunta. En efecto, está el que podemos definir como oficial, el de los historiadores, el de los arqueólogos, el de los teólogos.
Además está el segundo punto de vista, el del místico. Este, sin duda, es más el mío.
Repasemos primero rápidamente el primero…
El descubrimiento en 1947 de los Manuscritos del Mar Muerto, en las inmediaciones del monasterio del Qumran, en Israel, se extendió durante un período de cinco o seis años, es decir hasta 1956.
Se descubrieron cerca de 900 manuscritos. Estos textos manuscritos dan testimonio de la existencia hace 2.000 años, incluso más, de una comunidad monástica muy estricta que hoy se considera que formaba una rama del Judaísmo. Se trataba de una agrupación de ascetas, de monjes, de anacoretas, viviendo retirados del mundo en el desierto de Judea a orillas del Mar Muerto. El punto de vista oficial parte de esto, así como de lo que se ha dicho en los escasos escritos del historiador Flavio Josefo. Él fue el primero, y creo que el único, en mencionar a los esenios en los textos de su tiempo.
El origen de los manuscritos del Mar Muerto se sitúa entre el siglo II y el III antes de Jesucristo y se prolonga aproximadamente hasta mediados del primer siglo de nuestra era.
Pasemos al otro punto de vista, el mío, el del místico. Me defino en efecto como místico en el sentido en que, desde hace ahora una treintena de años, he experimentado interiormente una percepción particular de los esenios. Esta experimentación se realiza a partir de lo que se llama la lectura de los Anales Akáshicos. Estos Anales constituyen la Memoria del Tiempo. Creo que aquellos que han leído alguno de mis libros saben de qué se trata, así que no abordaremos esta noción hoy. Añadiría sólo que constituye mi herramienta de trabajo, una herramienta que me permite, desde hace tres decenios, leer en el pasado bajo forma de visiones extremadamente precisas y repetidas, ciertos acontecimientos de la Historia y, más especialmente, la realidad de las comunidades esenias de hace dos milenios.
Cuando tenemos la capacidad de ir a buscar en el Tiempo información, nos damos cuenta que existían dos formas de pertenecer a la comunidad esenia. Por un lado estaban los esenios de los monasterios, tal como el del Qumran, pero la parte esencial del pueblo esenio vivía en pequeños pueblos situados en su mayoría en Galilea. Eran pueblos basados en la ayuda mutua que constituían una verdadera fraternidad imbuida de discreción. El conjunto de esta comunidad observaba un código de vida basado en reglas de pureza física, mental y moral extremadamente importantes. Por otro lado, la noción de propiedad era ajena a los esenios. En sus pueblos, ponían todo en común. También es destacable que los esenios eran muy próximos a la naturaleza y a las fuerzas de la misma. Cada uno tenía su familia, su trabajo, y trabajaba con ardor en el respeto de lo Sagrado de la vida, sometiéndose a las tradiciones generales del Judaísmo del que se consideraban ser miembros “a parte”.
El modo de vida de los esenios de los pueblos era, recuerdo, muy diferente del de los monjes del Qumran, los cuales eran caracterizados por su gran rigidez. Estos eran los ascetas, extremadamente intransigentes, que se ajustaban mucho al código de vida del Levítico, distinguido por sus cientos de prohibiciones y obligaciones. Estos monjes eran personas bastante –hay que decirlo- intolerantes. No es en ellos en los que me he interesado más, sino en aquellos de las comunidades de pueblos.
No obstante, debo añadir que el ideal de estas comunidades que vivían en familia estaba también presente en el monasterio del Krmel, un enorme edificio situado en la cima de la actual ciudad de Haïfa. Desgraciadamente, ya no existen vestigios del mismo. Sobre su antiguo emplazamiento se encuentra en la actualidad un importante templo de la fe Bahaí. Era entre sus muros donde eran instruidos los niños considerados como los más psíquicamente dotados del conjunto de la fraternidad esenia.
Este templo era una reputada Escuela cuyo origen se remontaba a la Tradición egipcia de Amenofis III, el padre de Akhenaton.
En efecto, los Anales Akáshicos revelan que existía una filiación directa entre los místicos del antiguo Egipto de Akhenaton y los místicos esenios. Es esta filiación la que es fascinante. Se trata de una Tradición cuya fuente primera se pierde en la noche de los tiempos, una Tradición que los iniciados se comunicaban oralmente. Es ella la que esencialmente he evocado a través de mis obras. ¿Por qué? Porque creo que sus herederos esenios son, por su sensibilidad y su percepción de lo Sagrado, los que pueden coincidir más con nosotros hoy día.

P.A.: En efecto, eres conocido por haber escrito varias obras sobre los esenios y sobre el papel de su fraternidad. Pero… ¿cómo te ha llegado a interesar este tema?

D.M.: Bien, es lo que he evocado hace unos instantes al repasar rápidamente mi método de trabajo: la lectura de los Anales Akáshicos. He aquí sucintamente cómo ocurre, para aquellos que ignoren todavía de qué se trata…
Hace una treintena de años, descubrí el fenómeno de la salida de la conciencia fuera del cuerpo físico y, en consecuencia, la capacidad que tiene el ser humano de viajar fuera de su cuerpo. No voy a hablar en detalle aquí sobre este tipo de viaje que llamamos globalmente “astral”, sería demasiado largo… podría ser objeto de otro encuentro.
Lo menciono en cualquier caso porque es en ese estado de exteriorización de mi alma fuera de mi cuerpo físico en el que me conecto a lo que llamamos la Memoria del Tiempo. Esta Memoria es accesible en un tipo de longitud de onda o de frecuencia vibratoria. Todo lo que es, todo lo que una conciencia vive y experimenta, cualquiera que esta sea, se graba ahí de manera sistemática. Podríamos decir que la «Memoria del Tiempo» es análoga a un increíble y colosal «disco duro» informático natural en el que se graba hasta el más mínimo acontecimiento de una vida.
Cuando un alma –o si se prefiere, una conciencia– descubre, a través de un cierto trabajo sobre sí misma, la capacidad de conectarse a esa longitud de onda, consigue entrar en la «película» del pasado que constituyen los Anales Akáshicos.
Personalmente, es de una forma totalmente involuntaria por la que hace treinta años descubrí este método de trabajo.
Una de las consecuencias de esta experiencia fundamental fue para mí la de la realidad de la reencarnación. Comprendí entonces claramente que había vivido en el seno de una comunidad esenia, exactamente en la época del Cristo. De esta forma fui llevado a investigar en numerosas ocasiones ese pasado y conseguí restablecer conocimientos extremadamente precisos.
De este modo, puedo afirmar hoy que crecí en la comunidad esenia de hace dos mil años y que los recuerdos continuos a los cuales tengo acceso me dan regularmente informaciones sobre la misma. Así, es mi propia vivencia la que me empuja a escribir y a dar testimonio y que hace que, sobre cierto número de puntos, no puedo estar de acuerdo con lo que la Iglesia cristiana nos transmite en relación con la persona de Jesús y su tiempo. Me parece en efecto indiscutible que Jesús era de ascendencia esenia y heredero de una extensa Tradición.
Partiendo de ahí, cada día me doy cuenta algo más de que hay una distorsión importante entre lo que es transmitido por el dogma, por la inmensa mayoría de teólogos-historiadores, y lo que ha podido ocurrir realmente en el contexto preciso de la Palestina de hace dos milenios.

P.A.: Has escrito hasta hoy día una treintena de libros… ¿La temática de los esenios ha inspirado la mayor parte de ellos o sólo algunos?

D.M.: Algunos de ellos solamente. .. Es cierto que mi trabajo no se limita a investigar la huella de los esenios y el verdadero rostro de Cristo en el tiempo… Sin embargo, es indudable que la sensibilidad de esa búsqueda ha despertado en mí y ha imbuido el conjunto de mi trabajo. Es inevitable. No se puede ser insensible a una vivencia de esa intensidad y después simplemente pasar a otro tema de reflexión y de testimonio bajo el pretexto de pensar que ya se ha explorado… No, creo que los Tiempos evangélicos, la persona del Maestro Jesús y la aportación de la Tradición esenia a nuestro mundo todavía no han sido suficientemente exploradas a fondo. Además, ¿alguna vez lo serán bastante? La mirada que intento posar sobre el origen de nuestra era y sobre el Cristianismo solamente intenta responder a las necesidades de esperanza de nuestra época, que está en pérdida total de valores. Un verdadero ideal de vida y de esperanza… eso es lo que falta a la mayor parte de entre nosotros hoy día.

P.A.: ¿Puedes hablarnos del modo de vida de los esenios de los pueblos y decirnos en qué era diferentes esos Esenios unos de otros?

D.M.: Los esenios que vivían en comunidades rurales eran muy diferentes de los del Qumran, aunque ellos llevaran también una vida rigurosa entorno a reglas estrictas. Observaban una disciplina de vida acorde en general con la tradición judía de su época pero, al mismo tiempo, vivían de forma marginal porque lo hacían de forma más abierta y flexible, ya que estaban en conexión constante con las fuerzas de la Naturaleza.
Sabemos que el judaísmo es una religión que se caracteriza por cierto número de principios bastante rígidos, en el seno del cual hay que guardar observancia de determinadas leyes. Esto se seguía en los pueblos esenios, pero sus habitantes se sentían totalmente a parte en la medida en que hablaban mucho más libremente de algunos temas. Había entre ellos infinitamente menos tabúes que en el conjunto del pueblo, ya que este se ajustaba a la observancia de la ley, al pie de la letra.
Sin embargo, todo ello y el hecho de que el Maestro Jesús formara parte de su comunidad no significa que los esenios fueran necesariamente iniciados en el sentido en el que se entiende en los medios llamados espiritualistas. Hoy día se tiene tendencia a idealizar demasiado. En diferentes libros escritos sobre el tema, se les ve a menudo sistemáticamente como una especie de iniciados absolutos.

P.A.: ¿No era así?

D.M.: Evidentemente, había grandes iniciados entre ellos, verdaderos Maestros de Sabiduría, pero, asumiendo el riesgo de decepcionar a ciertas personas, diría que la mayor parte de los esenios eran simplemente personas que intentaban poner en práctica una ética de vida donde la pureza de conciencia y de moral se situaban antes que cualquier otra cosa; donde se aprendía a compartir, a dar. Algunos se aplicaban en cultivar lo que se llamaba “la voz de leche”, es decir, el arte de la palabra dulce y fluida. Sin embargo, eso no quiere decir que fueran perfectos. Hay que comprender que no bastaba ser esenio para pretender ser un ser de Sabiduría o incluso un iniciado.
La mayor parte de los esenios del campo eran gentes sencillas y analfabetas que, como todo el mundo, expresaban también sus cóleras, sus frustraciones, etc. Constituían una comunidad fascinante porque tenía una apertura de espíritu mucho más allá de la media de la época, pero insisto, no hay que idealizarlos al extremo.

P.A.: ¿Puedes hablarnos de las otras comunidades de aquellos tiempos?

D.M.: En primer lugar, hay que saber que el nombre de esenio no era empleado comúnmente en la época. Normalmente, se confundía a los esenios con los nazaritas y con los nazarenos, místicos a los que también se distinguía por llevar vestiduras blancas, los cabellos largos y barba, y por ciertos rituales igualmente.
La mayor parte del tiempo, cuando los esenios aparecían en un lugar se les confundía con los nazarenos o los nazaritas. En realidad, eran extremadamente discretos. Lo que les distinguía mucho de los nazarenos y de los nazaritas era la práctica de cuidados y terapias. Verdaderamente se interesaban mucho por las plantas y por los ungüentos y por todo lo que hoy día llamamos “terapias energéticas”. Volveremos sobre ello más tarde. Su fraternidad en cuanto tal era relativamente poco conocida, pero se sabía que formaba terapeutas.
Paralelamente a esto, los esenios eran más bien temidos por el conjunto de sus contemporáneos porque se tenía la impresión de que manipulaban eso que llamamos magia, es decir, el manejo de las leyes energéticas… con prácticas no siempre muy “claras”.
No era ni mucho menos así, pero digamos que ello contribuía a que se mantuvieran a parte, a veces excesivamente. Eso se traducía entre muchos de ellos en un innegable sentimiento de elitismo.
Existía, a pesar de todo, una especie de fluidez entre todas las pequeñas comunidades esenias y el conjunto del pueblo. Esto funcionaba y circulaba bien, pero… los esenios no dejaban de ser gente a la que se señalaba con el dedo. Se les apreciaba por sus talentos, pero se les temía un poco.

P.A.: ¿Debido a su lado de «élite”?

D.M.: Muchos de entre ellos se consideraban con toda evidencia como pertenecientes a una élite. No eran percibidos siempre como tales, pero su marginalidad intrigaba, inquietaba y les hacía seres a parte con todo lo que ello conlleva.

P.A.: ¿Podemos decir, a pesar de todo, que eran iniciados para su tiempo en su contexto?

D.M.: Primero haría falta saber qué es un iniciado…

P.A.: Era la siguiente pregunta que iba a hacerte.

D.M.: Se puede decir que un iniciado es un ser que está en movimiento, que está en búsqueda consciente y voluntaria de la Sabiduría. Esta Sabiduría supone un conjunto de conocimientos profundos de leyes energéticas de nuestro universo, las que permiten al alma y al corazón abrirse. Esta Sabiduría supone también cierta familiaridad con la anatomía sutil del cuerpo humano y autoriza el contacto con formas de vida diferentes de la terrestre.
Había un número relativamente importante de seres de esta envergadura en la comunidad esenia pero, insisto, sobre todo no hay que generalizar. Seguían siendo una minoría en el seno de su minoría. 
A menudo, los más dotados y los más místicos de los esenios pasaban por la Escuela del monasterio del monte Krmel, donde eran sometidos a una disciplina de vida extremadamente exigente, de forma que pudieran desarrollar capacidades psíquicas y, con las mismas, convertirse en seres de servicio.
Lo que se buscaba era la apertura de conciencia. Se decía entonces que aquellos que la manifestaban eran portadores y transmisores del Conocimiento. A ese nivel, está claro que, a pesar de sus especificidades, todos los esenios no debían considerarse, repito, iniciados, ni mucho menos. Como ya he dicho, se hablaba esencialmente de ellos como de los Hermanos de blanco o los Hermanos de la voz de leche.

P.A.: Se dice que Jesús era uno de ellos. Tú mismo lo has afirmado… ¿pero los apóstoles eran esenios? ¿Qué opinas?

D.M.: En realidad mi opinión… ¡no es una opinión! Es una vivencia. Por lo que a mi respecta, no puedo decir “Creo que…” o “Pienso que…”, porque la creencia, a mi juicio, no tiene gran valor cuando no está apoyada sobre una vivencia. Aunque pueda parecer algo perentorio, según mi propia vivencia, sí, efectivamente, afirmo que Jesús nació en el seno de una familia esenia. Pasó allí su infancia y después fue instruido en el monasterio del Krmel, del que he hablado. Allí recibió toda la formación básica que recibían aquellos a los que se presentía iban a ser iniciados esenios. Evidentemente, la formación que recibió fue muy particular, adaptada al ser excepcional que era. Podemos decir que fue entre los muros del Krmel cuando Jesús comenzó a construir en sí el Maestro que iba a ser antes de ser habitado plenamente por la Presencia del Cristo.
En ese sentido, fue el resultado de la expresión total del ideal esenio… ¿Hay que decir que la apertura de corazón y de conciencia que manifestó fueron incluso mucho más allá?
Personalmente, mis propios recuerdos a través de los Anales Akáshicos hacen que no pueda hablar de Jesús diciendo simplemente que ha sido el más grande de los Maestros esenios. Quedarme ahí sería demasiado reductivo.
Es fácil concebir que, cuando fue investido por el Espíritu del Cristo, adquirió otra dimensión. Los principios básicos del esenismo como tal, si puedo emplear ese término, explotaron completamente. Fueron pulverizados ya que eran demasiado limitadores. Creo que es sencillo de comprender…
El Cristo no era esenio, invistió un cuerpo esenio, el del Maestro Jesús; es muy diferente.
Como decía antes, los esenios tenían sus limitaciones. Eran seres abiertos, pero había aspectos culturales que no podían dejar atrás.
Su misión principal fue la de preparar a Jesús para ser investido por la conciencia del Cristo. Eran los más aptos para realizar este trabajo sobre un organismo físico y sobre un alma.
Sin embargo, cuando el Maestro Jesús fue investido por la Fuerza del Cristo, no podemos decir que fuera especialmente bien recibido por el conjunto de la comunidad esenia. Más allá de algunos de sus altos responsables, se le percibió en el seno de la misma como un rabino que se tomaba por infinitamente más de lo que era. ¿Por qué? Porque en el contexto mesiánico de la época, Jesús, habitado por el Cristo, proponía con su palabra y su forma de ser una verdadera revolución, no solamente del Judaísmo sino también de las comunidades esenias y de la humanidad.
No era más admisible a sus ojos de lo que lo era para el conjunto del pueblo y sobre todo para los responsables religiosos. ¡Lo perturbaba todo! Cuando se nos dice –creo que está en el Evangelio de Mateo– que el Cristo se hizo expulsar a pedradas y que intentaron precipitarle por un barranco, hay que ser conscientes de que se trata del contexto de un pueblo esenio… Así, eso significa que entre los “dulces esenios” se hizo rechazar “manu militari”. Ahí vemos bien hasta qué punto había empujado las fronteras de lo que podemos llamar esenismo. Su apertura de corazón y su dimensión inconmensurable no podían satisfacerse con la simple aplicación de principios esenios, por muy bellos que estos fueran.
Jesús, en tanto que Maestro, era tan esenio como el Cristo era el Cristo, o dicho de otra forma, era universal. Del mismo modo, está claro que el Buda no era budista, era el Buda, eso es todo.

P.A.: ¿Qué hay de los Apóstoles?

D.M.: Muchos lectores me escriben frecuentemente teniendo la impresión de que el Cristo necesariamente había… recolectado, elegido a los apóstoles –más bien a sus discípulos– en la comunidad esenia. Y ¡no es así en absoluto! Había, desde luego, algunos esenios entorno a él, entre los que estaba la persona que fui hace dos mil años, el Simón cuya vida relato en “Memoria de Esenio”, sin embargo, no eran la mayoría.
Juan, el Bautista, como primo de Jesús, provenía de la misma comunidad esenia que él, pero no podemos hablar de él como de un discípulo. La mayor parte de los apóstoles oficiales y no oficiales no eran en absoluto esenios. Eran gente del pueblo. Podemos comprender por qué… Sencillamente porque los esenios estaban demasiado al margen del pueblo para ser próximos a él y, por tanto, para ser creíbles. A partir del momento en el que el Maestro Jesús, habitado por el Cristo, quiso dirigirse a todos, es evidente que no debía elegir por discípulos a seres que ya eran marginados.
Cuando leemos los Evangelios o cuando escuchamos a los sacerdotes por ejemplo, podemos tener la impresión de que Jesús eligió entre la multitud a una u otra persona, diciéndole algo así como “Ven a mí, tú serás mi discípulo…” Esquematizo un poco pero, en cierto modo, tenemos tendencia a creer que fue así como ocurrió. Sí, puede haber algunas personas a las que claramente fue a buscar, pero sobre todo fueron numerosos hombres y mujeres los que acudieron a él espontáneamente, que se agruparon simplemente porque el discurso y el resplandor del Maestro les hablaba… ¡pero no por ello eran esenios! Igualmente, hay que tomar conciencia de que el número de discípulos cambiaba constantemente.
La historia oficial del Cristianismo fijó su número en doce, pero esa cifra es puramente simbólica. En la época, los discípulos nunca tuvieron conciencia del hecho de que se les iba a reducir a “doce apóstoles”. Había varios círculos de discípulos y entre cada uno de ellos hubo quien renunció a seguir su búsqueda. Algunos reaparecían de repente, algo parecido a como podemos imaginar hoy día entorno a una persona que irradie de forma particular. Los amigos van y vienen, los discípulos iban y venían.
Todo ello fue muy fluctuante y extremadamente vivo pero, por volver a la pregunta, no podemos decir que los esenios fueran el núcleo del grupo entorno al Cristo, ¡verdaderamente no!

P.A.: Pero… de hecho… ¿qué fue de los esenios tras el pasaje del Cristo? 

D.M.: Históricamente… ¡no mucho! Se apagaron rápidamente. Al final, el movimiento contaba con pocos hombres y mujeres. Era una pequeña comunidad, puede que de entre mil a mil quinientas personas en el conjunto del país, repartidos a través de pequeños pueblos y monasterios que no estaban muy poblados.
Sabes que el imperio romano se extendió al conjunto de la Palestina de hace dos mil años. Hubo enfrentamientos extremadamente violentos y los esenios terminaron por hacer causa común con los zelotes, que eran la resistencia de la época frente al ejército romano. Los esenios, en plena fiebre mesiánica, se refugiaron a su lado en el año 66 de nuestra era, en la fortaleza de Massada, en una imponente masa rocosa frente al Mar Muerto. Resistieron un sitio común frente a la legión durante días y días, antes de dejarse finalmente masacrar.
Puede decirse que a partir de la toma de Jerusalén, en el año 70, no se escucha hablar más de los esenios. Parecen entonces desaparecer en la naturaleza. Puede pensarse que la comunidad se desmembró completamente, al igual que todo el movimiento zelote. Como se ve, la fraternidad esenia tuvo un período de vida relativamente corto en la Historia, al menos en tanto que comunidad estructurada.

P.A.: ¿De cuántos años hablamos? 

D.M.: De poco más de tres o cuatrocientos años. No más.

P.A.: ¡Es un período bastante corto!

D.M.: Efectivamente, es un período bastante corto. Sin embargo, sus conocimientos continuaron circulando de forma secreta a través de Oriente Próximo y Occidente. Son ellos los que alimentaron a ciertas Escuelas iniciáticas que encontramos en nuestros días. Pienso por ejemplo en las organizaciones que se reclaman de la Rosa-Cruz.
Existe una filiación evidente, aunque esta no se detenga ahí.
Lo que quiero señalar es que cierto número de esenios de corazón, de sensibilidad, se reencarnaron de forma manifiesta en el pueblo cátaro. Se encuentran aspectos del pensamiento esenio en el estado de espíritu, en algunas de sus disciplinas, e igualmente en su ascesis.
Lo que es sorprendente es lo ocurrido al final del Catarismo… Todo el mundo sabe cómo el movimiento cátaro fue decapitado tras la caída de Montsegur. Recordamos esa fortaleza asediada por el ejército del Rey de Francia, con los cátaros reunidos en el recinto y ayudados –eso se sabe menos– por algunos templarios. Todos, finalmente, se hicieron masacrar o subieron a la hoguera.
¿Qué ocurrió en Massada alrededor de mil doscientos años antes? Se trataba igualmente de una fortaleza. Los esenios que se habían refugiado allí (¿los futuros cátaros?), hicieron causa común con los zelotes, hombres de armas, tal como lo fueron los templarios más tarde. Unos y otros terminaron prácticamente del mismo modo: los esenios y los zelotes se suicidan antes de rendirse a los romanos y los últimos supervivientes se inmolan en el fuego mientras que dos o tres entre ellos se evaden en secreto por la parte de atrás de la fortaleza, prefigurando así lo que ocurrirá en Montsegur.
Evidentemente, los cátaros no se suicidaron sino que su resistencia desesperada equivalía a una muerte programada. Si no se inmolaron, sí que murieron en la hoguera tan pronto como el castillo fue tomado por el ejército real. Es como si la historia se hubiera repetido… Esta analogía siempre me ha fascinado. El hecho es que los esenios, como tales, no se volvieron a manifestar a partir de ese momento, al menos como fraternidad encarnada.

P.A.: ¿Practicaban la meditación?

D.M.: Sí, la practicaban. La meditación siempre se ha practicado en las grandes tradiciones iniciáticas de nuestro mundo. Sin embargo, practicaban posiblemente más la oración. La oración mediante la repetición de sonidos significativos… En efecto, lo que llamamos Mantras en la tradición hinduista y budista. Los esenios tenían sus propios Mantras. También practicaban la contemplación. No tengo nada que decir en particular, pero esto podría ser el tema de otro libro. La restitución, la reescritura de los métodos de meditación y de oración esenios. La idea me viene de repente. Tras esta declaración, seguramente me dirán “Hazlo, hazlo…”. Puede ser, pero no lo sé… Si es útil, me pondré a ello.
Así que sí, los esenios meditaban. Gran parte del tiempo era consagrado a la oración y a la meditación, tanto en el monasterio del Krmel, en el Qumran, como en los pequeños pueblos. La meditación nunca se consideró –por los que conocen verdaderamente la fuerza– como una forma de sustraerse al mundo sino, al contrario, como una forma de estar más vivo en el mundo, de ser más uno mismo en el mundo y además… volverse una especie de intermediario entre las diferentes expresiones de la vida. El que medita es un puente entre lo Invisible y lo Visible, entre la Eternidad y la Ilusión de la Materia.
P.A.: Se dice, y tú también lo dices Daniel, que los esenios eran terapeutas.  Además, hoy día se habla mucho de terapias esenias… ¿Qué son exactamente?


D.M.: Sí, en efecto los esenios eran terapeutas. Es algo oficial… no porque hubieran inventado exactamente un método de terapias o porque hubieran reunido un conjunto de conocimientos terapéuticos, sino porque lo habían heredado de los antiguos egipcios… Me refiero a los egipcios de la época de Amenofis III y de Amenofis IV, más conocido bajo en nombre de Akhenaton. Estos emprendieron la misión de reunir la suma de conocimientos terapéuticos disponibles en esa época, una suma de informaciones que circulaba de manera secreta desde los tiempos más remotos. Algunos dicen que desde la Atlántida, pero podríamos decir también que desde Lemuria, es decir, desde el alba de los tiempos que es humanamente posible evocar. Los egipcios reinaban sobre el conjunto de la cuenca mediterránea. Fueron ellos los que construyeron, en las inmediaciones de lo que hoy se ha convertido en la ciudad de Haifa, el famoso monasterio del Krmel del que he hablado antes. Este monasterio se hizo conocer, podemos decir, como una principal embajada del conocimiento terapéutico e iniciático egipcio en las orillas del Mediterráneo. En aquella época esa tierra no era todavía la Palestina sobre la que el pueblo israelí se instaló. Era una tierra bajo dominación egipcia.

Todo ello constituye la razón por la que los herederos espirituales de los terapeutas egipcios, los esenios, prosiguieron la tarea de estos últimos en este lugar. Moisés fue el gran transmisor de conocimientos egipcios al pueblo judío. Los esenios, una pequeña minoría en su seno, se encontraron con un enorme corpus de conocimientos esencialmente terapéuticos. Es por esta razón por la que eran especialmente reputados en la época del Cristo por los cuidados que podían practicar.

Por otro lado, habían organizado toda una red de “dispensarios” más o menos secretos o troglodíticos en los que practicaban estas terapias. A lo largo de toda la Palestina de la época se les llamaba betsaids. La ayuda allí proporcionada era gratuita o era objeto de intercambio de servicios.

Los esenios eran conocidos por esos lugares de acogida –podían servir por ejemplo de maternidades– y por el conocimiento, diría, “oculto” de las leyes sutiles que rigen el cuerpo humano. A partir de esta realidad se vehiculó un poco por todo Occidente el enfoque energético del cuerpo con las técnicas correspondientes.
Por lo que a mi respecta, lo redescubrí por mí mismo en primer lugar no por los Anales Akáshicos sino por canalización a partir del otoño de 1984. La inmersión de mi alma en los Anales Akáshicos me permitió profundizar en el tema a lo largo de los años. En esta época, en un pequeño pueblo del Perigord, comencé a recibir y a transmitir informaciones terapéuticas provenientes de las esferas de conciencia exteriores a la de nuestro planeta. Emanaban de seres no terrestres que ya habían comunicado, en un pasado remoto, con los antiguos pueblos de nuestro mundo, incluyendo a los egipcios y a los esenios.
Los esenios eran, insisto, hombres y mujeres que, psíquicamente hablando, tenían una fluida relación con lo Invisible. Por tanto, ellos mismos recibían de manera frecuente informaciones, enseñanzas de origen no terrestre y de envergadura cósmica, podríamos decir que en contacto con lo Divino.
En 1984, cuando fui llevado a reconectar con mis antiguas existencias esenia y egipcia, y a iniciar todo el trabajo que trato de llevar a cabo hoy día, yo mismo comencé a recibir públicamente, delante de un grupo de entre treinta y cincuenta personas al ritmo de una o dos veces por semana, informaciones relativas a estas terapias esenias… o más precisamente, egipcio-esenias. Yo mismo recogí por escrito estas informaciones, y muchas de ellas también fueron grabadas en cintas magnéticas al mismo tiempo que eran transmitidas en directo ante una asamblea. He trabajado durante una docena de años en Francia con las personas que formaban parte de la misma. También comenzamos a dar a conocer y a practicar un método de cuidados energéticos a partir de los mensajes recibidos, con sus detalles, y el conjunto de informaciones me eran transmitidas.
Todo ello terminó por constituir una especie de corpus que, desde entonces, he continuado nutriendo por otras informaciones que me han sido proporcionadas así como por numerosas lecturas en los Anales Akáshicos.
Este es el aspecto histórico de la cuestión… Por tanto, nos encontramos hoy con una verdadera suma de conocimientos. Con el tiempo, otras personas han comenzado también a transmitirlos. Han retomado el método en sus fundamentos y la enseñanza a su manera.
Las “terapias esenias” han sido re-iniciadas como tales en nuestra época. Cuando resurgieron a través de mis canalizaciones, no las llamábamos de manera específica “esenias”, hablábamos de terapias energéticas universales. Terminamos por llamarlas esenias por asimilación, ya que hace dos mil años fueron los terapeutas esenios los que mejor las pusieron en práctica.
Hoy día, continúo recogiendo informaciones de manera regular para enriquecerlas.
Hace unos veinticinco años esta investigación llevó a un libro de iniciación “Ropajes de Luz”, que muchos conocen. Unos años más tarde también apareció “Así curaban ellos”, y después “Lo que ellos me han dicho”, que vuelve a situar las informaciones en su contexto.
Es posible que haya algún día “Así curaban ellos Tomo II”, no está descartado… Se trata de que esta Tradición terapéutica está muy viva, constituye simplemente una herencia universal.
Pienso que nadie puede apropiársela, incluso si constato con consternación que hay quien piensa hacer con ello marcas registradas… Evidentemente, ha hecho falta un impulso a esta Tradición para reaparecer. Esta, tengo que decir, simplemente ha pasado a través de mí hace unos decenios. Esta es la verdad al desnudo…
Fuera de este aspecto histórico y más allá del hecho de que se trata de un método con sus técnicas propias, el acercamiento propuesto requiere ante todo una apertura del corazón y de la conciencia.
Podría escribir posiblemente doscientas, trescientas o cuatrocientas páginas sobre el tema de este método de tratamientos energéticos, sin embargo, esto no haría que mis lectores fueran terapeutas. Lo que es importante, a través de este tipo de terapias, es el amor al otro, es la empatía y la compasión. Es el trabajo que se opera en triángulo entre lo Divino, el enfermo y el terapeuta. Hay una circulación de una “Fuerza de Consuelo del alma y del cuerpo” que se pone en movimiento por el famoso triángulo. Volvemos siempre al principio de la Trinidad… Si no hay esta circulación, esta onda de amor que viaja de forma triangular, bien… todas las técnicas del mundo, por más bellas que estas sean, sean atlantes, egipcias o esenias –poco importa ya que, finalmente, es la misma cosa– no pueden llevar a nada. El impulso del corazón, la expansión del corazón es primordial.
Con el fin de poner énfasis sobre ello acepté, hace dos años, acompañar a mi esposa, Marie-Johanne Croteaum, en la enseñanza de estas terapias que ella lleva en sí igualmente desde siempre. Conjuntamente, emprendimos en Francia, a lo largo de un período de tres años, una formación a cierto número de personas.
No fue algo que se nos pasara repentinamente por la cabeza sino que fue a fuerza de recibir cantidades y cantidades de peticiones. Me pedían sin descanso “Sr. Meurois, cuándo va a emprender una formación, etc, etc…”. Por mi parte, no me sentía presionado a retomar este tipo de trabajo mientras que mi esposa, Marie Johanne, sí veía la urgencia y la importancia del mismo. Desde luego tenía razón y terminamos por considerar la cuestión. Nos dijimos que efectivamente había llegado el momento de retomar la transmisión con la sensibilidad requerida. Fue ella, Marie Johanne, la que finalmente estructuró la manera en la que trabajamos en la actualidad en el ciclo de formación que se puso en marcha en Francia. Ella es, por tanto, la promotora y la artífice.
Ni ella ni yo tenemos intención de crear una Escuela propiamente hablando, pero digamos que nos sentimos llevados a transmitir informaciones terapéuticas descubiertas ya que había manifiestamente demasiada información que todavía no había sido difundida. Había conocimientos que se habían ido acumulando en mí desde hacía mucho tiempo, pero también en su propia memoria. Hay que saber que Marie Johanne está muy conectada, por su vivencia, a su propia memoria esenia y a la memoria-fuente de hace dos mil años. No hay ningún azar en el hecho de que nos hayamos reencontrado.
Así, el trabajo continúa, se difunde bajo su impulso… Podemos agradecérselo. Como decía hace unos instantes, la técnica sólo es una pequeña cosa en el conjunto de la terapia. Nuestro trabajo constituye esencialmente una búsqueda de lo que se llama la Onda sagrada de curación. Es el arte de conectarse con el aspecto sagrado del ser humano. Lo más importante es la Esencia de Vida a reencontrar y a ofrecer.
No “fabricamos técnicos” que vayan a dominar una multitud de técnicas, por fascinantes que estas sean. Emprendemos un trabajo de despertar, o bien de volver a despertar....  
Así que… esto es lo que hoy día puedo decir de las terapias. Que las llamemos esenias, egipto-esenias o de sensibilidad esenia-egipcia, importa poco. Poco importa la terminología utilizada, ya que son de nuestra herencia común y nadie puede apropiárselas como tales. Hay algo bello y sagrado a comunicar y cuya esencia habla por sí misma. Es lo que Marie Johanne Croteau y yo intentamos hacer. “El Esenismo”, entre comillas, de hace dos mil años no buscaba otra cosa.

P.A.: Según tú, ¿es posible hoy día vivir al modo de los esenios? ¿Hay algo que pueda acercarnos especialmente a ellos? 

D.M.: En teoría, querría decir que sí… pero en la práctica, realmente no lo creo, ya que han pasado dos mil años y nuestro mundo no es en absoluto el mismo. Los esenios vivían bajo cierto clima, en una naturaleza sana y con muy, muy poco parasitismo psíquico. Hoy día estamos contaminados constantemente por una multitud de cosas. En nuestras sociedades occidentales somos agredidos permanentemente –creo que el término no es demasiado fuerte– por multitud de ondas: siempre tenemos el teléfono móvil en la mano, que es nuestra pequeña tele y nuestra radio, ¿no es así? También es nuestro ordenador portátil, coleccionamos en él videojuegos… así que, en resumen, todo ello se vuelve… tiránico. ¡Sobre todo no tenemos que estar un solo instante con nosotros mismos!

La información fluye por todas partes, disponemos de no sé cuántos canales de televisión. En resumen, estamos sobresolicitados por lo que constituye una increíble contaminación mental y psíquica que hace que ya no podamos ser como hace varios milenios. El tiempo en el que el ser humano funcionaba de una manera sencilla, intuitiva y espontánea ha pasado.

Además, si consideramos más particularmente a los esenios, hay que darse cuenta del hecho de que comían mucho menos que nosotros hoy día. Su organismo estaba menos atascado que el nuestro. En la cuenca mediterránea sabemos que hay cierto tipo de clima que es propicio a la frugalidad. Sabemos también que hace miles de años el cuerpo físico era en general mucho menos robusto que hoy, y que reaccionaba mucho más que el nuestro a las emanaciones sutiles de la Naturaleza.

En nuestros días, nuestro cuerpo está, lo queramos o no, embebido de una multitud de productos químicos, de substancias que absorbemos por los pulmones o por la alimentación, aunque procuremos comer de la forma más natural posible. No hay que hacerse ilusiones al respecto… tenemos productos que no son tan sanos como en otro tiempo. Es inútil insistir sobre ello, es evidente.
Aunque la medicina moderna ha salvado muchas vidas y ha aliviado muchos sufrimientos, también ha debilitado considerablemente nuestras defensas inmunitarias… lo que hace que en la actualidad haya que poner en movimiento un arsenal infinitamente más importante de terapias energéticas para llegar a lo que se conseguía hace dos mil años o más. El cuerpo humano se ha blindado en cierto modo contra todo, para su propio detrimento. Nuestra sociedad inevitablemente ha cambiado y el objetivo no es ciertamente el de hacer un retorno hacia atrás: “Yo vivo como los esenios… sin tele, sin coches, sin teléfono…”. Es un discurso ilusorio. Siempre podemos decirnos que vamos a crear una comunidad, vivir cómodamente entre nosotros y declararnos entonces esenios. Está bien, esto no hace mal a nadie, salvo que se arriesga a recrear una forma de elitismo disgregador. En la medida en que se “esoterice” –perdóname la expresión– no se alcanzará la conciencia del mayor número de personas posible.
Creo que hay que reconectarse al gran Principio de amor de la Vida basándose en un compartir abierto, en una comunión con la Naturaleza que no busca hacer de chispa, en un diálogo con el Todo que no reivindique necesariamente el contacto con no sé cuál arcángel.
La base del esenismo no hacía ruido. ¿Por qué decirse “Vamos a ser esenios hoy”? Hay que construir otra cosa… El pasado es el pasado aunque, en el absoluto, el Tiempo es una ilusión.
Hoy día estamos en otra época y lo que nos corresponde hacer sin duda es adaptar lo mejor del pensamiento esenio, actualizarlo siendo conscientes de que los esenios de hace dos mil años no vivían como los egipcios de la época de Akhenaton, así como ellos tampoco vivían como en la época atlante o lemuriana, etc… etc… Cada período tiene sus características y no hay que alimentarse de nostalgia.
Tomemos aquello que el pasado tiene de bueno, lo que en él hay de constructivo, inspirémonos en él, pero ¿por qué querer recrear e idealizar lo que sólo es una etapa? No me parece que sea justo ni que responda ni a mi sensibilidad ni a mi comprensión del pensamiento del Cristo. Evidentemente, cada uno hace lo que quiere. Sin embargo, hay mucha, mucha belleza a crear hoy día sin querer siempre ir hacia el pasado.
Me dirás “Sin embargo, tú siempre miras hacia el pasado con los Anales Akáshicos”. Es cierto… no obstante, no es por el pasado en sí mismo. Es para intentar obtener, a través de las raíces que pongo al día, los elementos que pueden hacernos progresar. La nostalgia no forma parte de mis herramientas. Puedo comprenderla, pero expresa una huida. Hoy día hay abominaciones, y las había también en otros tiempos, no idealicemos el pasado.

ENTREVISTA DE PIERRE ABRAHAM A DANIEL MEUROIS-GIVAUDAN

1 comentario:

  1. Muy interesante información que comparto como experiencia vivida

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